Mientras decenas de mineros se jugaban la vida bajando a la mina,
mientras los currantes se partían el lomo en un trabajo esclavizante,
José Ángel Fernández Villa, diputado del PSOE y máximo exponente del
sindicalismo español durante décadas, accedió a la máxima pensión
falseando una invalidez. Y es que el 'Capone' asturiano no solo acaudaló
una fortuna de 1'4 millones de euros, demasiado inflada para un
'currante', sino que falseó documentos para conseguir una jubilación de 2.500 euros mensuales. Todo ello con la complicidad de la empresa pública HUNOSA y con PSOE y UGT mirando a otra parte.
Sin embargo, lo más simpático del asunto es que la situación de Villa,
el 'outlaw' de las Cuencas Mineras, era vox populi en la región. Lo
denunció durante años Antón Saavedra, ex secretario de la Federación
Estatal de Mineros, pero ni partidos políticos ni compañeros de
sindicato le hicieron caso. Mientras tanto, Villa gozaba de su
jubilación, además del sueldo de dos décadas como diputado socialista, y
hacía repostería con el dinero de los Fondos Mineros, dejando Asturias
sin minas y sin futuro laboral. Quien debía de haberse encargado de
proteger al obrero fue quien le clavó el puñal por la espalda. Y encima
sigue libre.
Del falso parte de baja para conseguir la
jubilación, mejor ni hablar. Queda como ejemplo de antología de la falta
de controles en una empresa pública, y más concretamente en HUNOSA,
donde Villa hacia y deshacía a su antojo del mismo modo que tejió una
profunda red clientelar en toda la región. Villa dijo que tuvo una
recaída de un viejo accidente en el Pozo Candín, pero el nuevo marqués
ni había sufrido tal 'viejo accidente' ni bajaba a la mina a partirse el
lomo desde hacía 12 años. La realidad era que le había caído una caja
de botellas de sidra en Rodiezmo, aquella fiesta de la minería que PSOE y
UGT celebraban en León y que fue suspendida en los años de Rodríguez
Zapatero más por vergüenza ajena que por otra cosa. El parte de baja se
falseó y Fernández Villa se jubiló con 2.500 euros al mes.
De
cara a la galería, Villa fue el redentor del obrero, el paisano que
defendía a sus camaradas, el trabajador que miraba por el futuro de la
minería. Pero en realidad, Villa fue un chulo de playa que se adueñó del
SOMA y extendió sus tentáculos al poder político para someterlo a su
control. Y mientras con una mano lanzaba soflamas sindicalistas a través
de un megáfono, con la otra se convertía en el sindicalista más
acaudalado de la historia, en un mangante de tomo y lomo, en una especie
de Rockefeller de la minería que hizo imperar la ley del silencio en
Asturias. Ahora todavía queda por saber quién permitió, con su silencio,
que Villa arrasara Asturias. Y esa gente tiene todavía asientos en la
Junta del Principado.