Va siendo hora de que Mariano Rajoy dé un paso atrás. Que dé paso a
una nueva generación de políticos capaces de enderezar el timón del
Partido Popular sin estar rodeados por un halo de corrupción del que
Mariano no sabe cómo desprenderse. Que los españoles no tenemos que
estar sufriendo sus continuos envites, su manía por “perseverar”, como
dijo ayer en la cumbre del G-20, su obcecación por seguir enquistando el
panorama político nacional como si su continuo reto con Pedro Sánchez
fuese un asunto personal. Tampoco es de recibo la perseverancia de Pedro
Sánchez, dicho sea de paso, pero leñe, que ya van dos elecciones
generales donde vale, que sí, Mariano, que ganaste las elecciones, pero
no tienes una mayoría absoluta. Y tú, tan poco acostumbrado a negociar,
después de cuatro años de rascarte el peritoneo sin hacer las reformas
que España necesitaba, después de convertir al Partido Popular en un
lodazal de corrupción, quitando de forma puntual algún jarrón chino
moteado por hongos, no pareces entender la situación actual.
Detrás de Mariano está la historia de una década de Partido Popular
inmersa en una realidad paralela, sin rumbo ni timón, sin otro proyecto
político para España más que ir tirando hacia delante, ir sacando las
castañas del fuego según el criterio suicida del BCE y sentarse a verlas
venir. Sin afrontar la corruptela sistémica con reformas legales, sin
defender la unidad de España con el Estado de Derecho en la mano frente a
quienes quieren trocear la soberanía nacional, sin enfrentarse a la
realidad de un Estado hipertrofiado que requiere una inmediata reforma
estructural, comenzando por el sistema público de pensiones,
continuamente achantado por el acomplejamiento del buenismo político y
por la acritud personal de Rajoy al debate ideológico.
Algunos
todavía tenemos muy presente en la memoria aquel contubernio de Valencia
donde Mariano se proclamó prócer del Partido Popular y dijo que los
conservadores se fueran al partido conservador y los liberales al
partido liberal. Aquel día el PP quedó huérfano de ideología y emprendió
un camino autócrata y personalista consistente en no contradecir al
líder. Quienes lo hicieron, comenzando por María San Gil, fueron
quedando por el camino. Y Mariano sigue ahí, una década después, como un
gato que siempre cae de pie, convencido de que España le necesita,
cuando España lo que necesita es la regeneración democrática que nos
prometió hace cinco años y que no cumplió escudándose en el déficit
público y en otras milongas. Y hoy, con los rupturistas de Podemos
tocando a las puertas del poder, deseosos de trocear y arrancar la más
preciada página de nuestra historia reciente que es la Transición, es la
hora de coger el toro por los cuernos y afrontar la realidad. O
emprender las reformas legales, fiscales, institucionales y
administrativas para regenerar España respetando la Constitución, o
vamos camino de la desintegración como Nación.
Eso Mariano no lo
entiende. Nunca lo entendió. Nunca tuvo un proyecto de regeneración para
España salvo el ir salvando los muebles a base de vender el ajuar. Y
dada la situación, en su empeño por “perseverar” en sus errores, lo
mejor es que Mariano se aparte una vez cumplida su función política, si
es que alguna vez tuvo alguna. Que deje paso a otros liderazgos en el
Partido Popular para una nueva etapa política basada en el entendimiento
con otras fuerzas parlamentarias, empezando por Ciudadanos. Porque el
problema radica en que ese entendimiento es imposible con quien un día
suscribe un acuerdo de regeneración democrática y al día siguiente se
cachondea del personal, nos toma por idiotas y nomina a José Manuel
Soria como candidato al Banco Mundial escudándose en historias sobre el
funcionariado. Así que, visto lo visto, Mariano, vete. Y llévate contigo
a Pedro Sánchez.
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